La procesión que comienza a las 11.00 horas es una de las más vistosas de la Semana Santa capitalina. La mantilla iguala a las mujeres, no distingue condición social ni económica y es símbolo de respeto y recogimiento
La procesión de Viernes Santo por las calles de Vegueta que comienza a las 11:00 horas se viste de blanco con la tradicional mantilla canaria, una costumbre muy antigua que el Cabildo de Gran Canaria recuerda por estas fechas.
Un numeroso grupo de mujeres avanza frente al público de la que ya es conocida como la Procesión de las Mantillas, convertida en tradición desde hace años, un momento para el que las mujeres han guardado con esmero esta prenda del antiguo vestir de la Isla que ha quedado marcada por la tradición religiosa, informa la consejera de Artesanía del Cabildo de Gran Canaria, Minerva Alonso.
Los fondos de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac) sitúan a la mantilla como una de las prendas más tradicionales de los trajes típicos femeninos, pieza originariamente de lanilla, de forma más o menos triangular y con dos ángulos en la base cortados en línea recta que caen por la parte delantera y un ángulo redondeado por la trasera, sobre la que en algunos casos iba colocado un cachorro canario.
La mantilla fue un elemento importado de la zona de Castilla, aunque es posible encontrar prendas muy similares en las casas de mujeres árabes que residían en España, en ciudades como Nápoles o Venecia y en algunos países del Mediterráneo.
Como recoge el popurrí ‘Palmero, sube a la palma’, la mantilla fue hace muchos años de varios colores, aunque la prenda dejó los tonos para concentrarse en el blanco y el negro a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando la oscura tomó su significado de duelo y la clara ocupó el hueco de las demás.
Un símbolo de respeto que iguala a quien la viste
La característica más singular de la mantilla canaria es su sobriedad y la ausencia de decoración, que contribuye a igualar a quien la viste sin distinguir entre clases sociales ni económicas y es símbolo del recogimiento y el respeto de sus mujeres hacia las imágenes que salen en procesión.
Sin embargo, en algunas zonas de la Isla han sido típicas mantillas decoradas con cenefas, vuelos, encajes, bordados y borlas, sobre todo cuando su función en la de adorno de la vestimenta que cubría.
Debajo de la mantilla del Viernes Santo, una blusa blanca, una falda negra, medias y zapatos de salón son las prendas que completan el ajuar, sencillas y austeras, a juego con la mantilla, sin duda protagonista del atuendo de las mujeres en tan importante momento religioso.
Portar la mantilla es símbolo de identidad y de orgullo para las féminas que la eligen como parte de su vestimenta, una pieza que en muchos casos ha sido transmitida de madres a hijas y cuidada con mucho esmero, guardada como un tesoro, lavada con mimo y planchada del revés para que presente su mejor aspecto.
En algunas casas más antiguas no es extraño encontrar, además, una mantilla negra para los lutos de la familia, envuelta en paños y doblada con esmero, aunque se encuentre ya está en desuso.